PATALEANDO EN LA CIUDAD



Mi radicalismo catastrofista, del que se me acusa , consiste en resistir la presión que sobre mi espalda siento cuando montado en mi bicicleta me desplazo por la ciudad. La presión que ejercen seres humanos como yo, sentados en el interior de poderosas maquinas, aislados del exterior en sus minúsculos habitáculos dotados de todo tipo de tecnología “útil” para si mismos.
Los 37º que marca el termómetro obligan a tomar medidas particulares . Los mas afortunados, saltan de su casa acondicionada, a su coche acondicionado, para poder desenvolverse , todavía algunos enfundados en impecables trajes de diseño, en despachos, oficinas y centros de trabajo también acondicionados. Resulta evidente que viviendo en este tipo de burbuja acondicionada es difícil ampliar la visión mas allá, máxime cuando con un solo gesto, ahora desde cualquier smartphone, puedes modificar tu clima. Para el resto quedan los consejos de quienes nos gobiernan; beber mucha agua (recurso esencial  para la vida, que generalmente, en occidente,  se consume embotellado en plástico; recurso que intentan acaparar multinacionales y gobiernos y cuya escasez, ya comprobada en nuestro territorio, origina  procesos de desertificación generalmente irreversibles, y en otros latitudes, lejos de nuestra mirada, hambre, muerte y migraciones)  no desarrollar actividades de esfuerzo  o  deportivas en horas de máxima exposición solar (se entiende pues que todos los que trabajan en el sector servicios ,por ejemplo los que cubren puestos de trabajo temporal mal remunerado en el sector de la hostelería atendiendo las terrazas de la costa alicatada, motor ahora de nuestra economía, o las personas que lo hacen en el mal llamado sector terciario deben de dejar de trabajar a esas horas) , protegerse con gorra o sombrero y utilizar crema protectora  (sobre la conveniencia de embadurnar tu piel, tan traspirable como es, con un montón de productos químicos en su mayoría derivados del petróleo, y sobre el propio precio de estos productos inasequible para muchas ,en manos de la gran industria quimico-farmaceutica merecería la pena un estudio aparte) 
Ni un solo consejo de cómo afrontar con consciencia las causas que originan estas olas de calor.
 Si, soy muy radical en mis apreciaciones, tan radical como el  conductor que me empuja para que me aparte  porque soy un obstáculo  para el desarrollo de su ego Tan radical como la cantidad de kilos de CO2  que directamente, dejo de verter a la atmósfera que respiramos todas cada vez que  como muchas de mis vecinas comprometidas pedaleo, con gorra o sin ella pero sin crema, sobre el recalentado asfalto de la ciudad. Las emisiones indirectas,las que mis hábitos de vida generan de manera indirecta son más difíciles pero también posibles de controlar. 
Y llegara el invierno... y las olas de frio
No deberia costar mucho esfuerzo comprender que asi no llegaremos muy lejos.

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